Liderar Ecosistemas de Aprendizaje y transformación

Pensamos tanto en el futuro que, muchas veces, desatendemos lo importante, lo que nos pasa, lo que les pasa a nuestros estudiantes, aquí y ahora. Olvidamos que tan importante y necesaria es una educación a prueba de futuro como una educación para construir futuros. Olvidamos que el futuro no está escrito. Que nunca lo estará. Que depende solo de nosotros. O mejor, que depende solo de ellos, de nuestros estudiantes.

Andamos tan desesperados en busca de la innovación perdida, de la metodología salvadora, de la tecnología solucionadora y de la respuesta omnisciente que nos olvidamos que lo importante no es el producto sino el proceso, no es la meta sino el camino, no es la victoria individual sino el logro colectivo, no es el discurso sino la conversación, no son las respuestas sino las preguntas. Porque solo las preguntas, las buenas claro, amplían nuestra concepción de lo que es posible y enriquecen nuestra imaginación.

La importancia del proceso y de las relaciones en educación

La escuela, dice Philippe Meireu, “no es solamente un lugar de acogida o de paso, es el marco educativo específico en el cual todo debe tener sentido de manera coherente. Un centro escolar no es tan solo un conjunto de cursos y reuniones más o menos bien dispuestas. Es una institución en la cual las relaciones entre las personas, el conjunto de la gestión diaria y todo el entorno material conspiran -desde el punto de vista etimológico respiran juntos- para instituir una forma particular de actividad humana basada en valores específicos: el reconocimiento de la alteridad, la exigencia de precisión, de rigor y de verdad, el aprendizaje conjunto de la construcción del bien común y de la capacidad de pensar por uno mismo.”

No transformaremos nunca la educación, ni nada de hecho, individualmente, encerrados en la cacofonía de nuestras respuestas.

Transformar la educación pasa por aumentar la cantidad y calidad de las interacciones y relaciones entre los profesionales y los centros conformando redes de centros y trabajando en red, también evidentemente, con entidades del entorno comunitario. Algo que no es habitual entre docentes poco dados, como decía Joan Dean, a compartir los éxitos y los motivos de satisfacción, y mucho más propensos a comentar los problemas y a alimentar los fracasos; y a permanecer aislados en nuestras aulas, con nuestros problemas y nuestras preguntas. Lejos quedó la imagen del docente aislado en su aula y de la escuela fortaleza, encerrada en sí misma, sin conexión con su entorno, su territorio o su comunidad.

​​Una de las conclusiones que podemos sacar de los abundantes procesos de cambio que se han tratado de poner en marcha en las últimas décadas es que la innovación y el cambio educativo tienen más posibilidades si los abordamos desde una escala meso (el centro educativo, la red de centros, los colectivos de docentes), que si lo hacemos a nivel macro de las políticas, los grandes planes, o a nivel micro del aula o del profesor aislado.

Sabemos que no se puede ordenar ni a escuelas, ni a los docentes lo que deben hacer. Los cambios impuestos no sirven de nada.

Querer introducir cambios al margen de lo que sienten y piensan los docentes es condenarlos al fracaso. No hay cambio desde arriba. Pero tampoco solo desde abajo. Son necesarias estrategias de arriba abajo y de abajo arriba.

Solo desarrollando proyectos que ayuden a las escuelas a tomar el control de su práctica pedagógica y construir una organización cohesionada en torno a ideas robustas relacionadas con el aprendizaje, el cambio puede tener éxito.

Solo ayudando a las escuelas a conectarse con sus contextos y con otras escuelas en redes de trabajo podremos producir el cambio deseado. Los problemas y las dudas se llevan mejor si son compartidos. No hay manuales para el cambio.

Los ecosistemas de aprendizaje

Desde los inicios de Escuela21, con sus viajes y con nuestra admiración por los profesionales de la educación, hemos reflexionado sobre la idea de ecosistemas de aprendizaje.

Hace unos meses, empezamos a conversar internamente sobre la naturaleza de estos ecosistemas de aprendizaje y en cómo crearlos y liderarlos para avanzar hacia una transformación real y sostenida de la educación. 

Cada vez que nos reuníamos, acabábamos con la misma pregunta: ¿cómo será el futuro de la educación si empezamos desde hoy mismo a colaborar, participar y compartir ideas, sueños, proyectos y recursos entre diferentes agentes involucrados en la mejora de la educación?